sábado, 21 de marzo de 2009

viernes a la noche


Faltaban tres cuadras para llegar a casa y solo podía pensar en la ducha reparadora de cuerpo y alma.
Entro, tiro mis cosas sobre la mesa del comedor, dejo mi ropa en el sillón de la habitación, camino tres pasos mas y entro al baño. Pongo un cd de Mala Rodríguez a todo volumen (solo para sentirme viva) y entro a la bañadera (casi como en un ritual). Pensé que la noche estaba totalmente desperdiciada, pensé en mirar mails, hacerme una sopa de crema de verdeo e irme a dormir con una copa de vino y la compañía de un libro.
Salgo del baño y suena el teléfono, es Mariana, esta abajo esperando que le abra (hace 10 minutos). No fingí: me estaba bañando, no te esperaba. ¿Me vas a abrir? Me dijo enojada. Le abrí. Subió, entró, nos saludamos y sus palabras fueron: estas demacrada, dejate de joder y comete un pedazo de carne, un café y cambia esta música.
Me sentí totalmente invadida, molesta, mi amiga de casi toda una vida estaba cambiando mi plan, además de hacerme sentir un engrudo.
Fui hasta la barra y prepare dos martinis con el fin de animarme y callarla por los siguientes segundos.
Mientras que ella ya estaba haciendo una expedición en mi armario y seleccionando ropa. Esta vez no me enoje, pensé que se iba de pesca y solo venia en busca de una nueva imagen.
-Agarra lo que quieres Mari (le doy su trago)
.Gracias boluda, es lo que necesitaba.
Nunca supe si necesitaba el trago, la ropa, estar en mi casa o conmigo.
-Cómo estás?
.El otro día lo vi a Diego, esta viejo, cambiado, soltero creo, tenia un jean y una camisa, flaco como siempre, pero con el pelo mas largo y se dejó la barba.
((Les presento a Diego, un viejo amor, un amante, un hombre del montón si se quiere.))
-Ah, mira vos. Te vio?
.No.
Silencio.
.Todavía lo queres?
Tome el ultimo trago de martini e intente que no se me notara.
-Ya fue… La verdad es que me lo acabas de traer a la memoria.
No se porque le mentí, no se porque no me animé a decir que si, que a veces recuerdo las noches sin tiempo, que no me disgustaría volver a verlo.
Fui a la barra otra vez a servirme mas mientras Mari me cuenta que no tenia un plan para esta noche, que quería ir conmigo a tomar sin un destino en particular.
Odie escuchar esas palabras y mi cara lo reflejo, pero cuando volví a respirar y terminar mi segundo martini le dije que si.
Nos sumergimos en el placard y al mejor estilo sex and the city salimos por la puerta del edificio. Caminamos un rato sin hablar, vimos un bar y entramos. Bailamos, tomamos, reímos, hasta que escucho una voz conocida que me susurra al oído y un brazo que me agarra por la cintura. Me di vuelta, era Diego. Es verdad, parecía mas viejo, con barba y el pelo mas largo. Hablamos un rato que fueron horas, Mari me hizo señas de que se iba, yo seguí mirando a Diego.
Mientras me hablaba de su vida yo pensaba en las ganas de besarlo y comprobar que bajo sus arrugas nuevas seguía todo como antes o aun mejor o peor.
Fuimos a casa después de las típicas excusas y recordé exactamente que es lo que mas me gusta de él, que es lo que mas le gusta de mi y cuando se dio media vuelta para dormir, recordé porque nos alejamos y porque no podía decir que lo quería.
Fui a la cocina a tomar agua y prendí mi celular, por supuesto, Mari me había dejado mensajes gastándome: “no lo recuerdo” “casi no se quien es” “no me importa”, mañana voy a tomar mates y me contas todo.
La verdad es que no tenia nada que contar, nada que celebrar… Solo quería estar sola y comer mi sopa de crema de verdeo y leer un libro.
Al final no se porque este tipo terminó otra vez en mis sabanas, ni porque le mentí a Mari, ni porque me mentí a mi misma. Vi a mi perra que estaba profundamente dormida y recordé las pequeñas cosas. Me cambie y me fui a dormir a la casa de mis viejos.



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2 comentarios:

Gastón dijo...

La magia de algunos viernes a la noche, de algunos reencuentros, de algunas cosas que siguen iguales, y, sobre todo, de algunos cambios de planes que nos cambian un poco la vida.

Besos desiguales

Marcela dijo...

No creo en las casualidades, pero menos aún en las cosas forzadas. A veces hace falta estar sola, para volver a estar acompañada.
Besos.